Google+ Veintiuno suman y siguen... ~ el oido del mundo

domingo, 17 de febrero de 2013

Veintiuno suman y siguen...

Los más antiguos del lugar seguro que recordaréis una banda Toledana que os presenté hace ya más de un año. Se llaman Veintiuno y nos presentaban su trabajo Aprendiendo a Respirar. Hoy mismo me ha alegrado saber que continúan con esa prometedora carrera y que ya tienen listo su siguiente trabajo que llevará por título Un Atlas Para Deshacerlo Todo. Su primer adelanto se llama Malabares y os puedo adelantar que tiene una pinta estupenda. La noticia me ha llegado de parte de un buen amigo de este grupo, Miguel Á. del Corral Domínguez, quien, además de darme la noticia, ha tenido la deferencia de adjuntarme una genial crítica por si la quería publicar. No es que se lo vaya a permitir, sino que os tengo que confesar que es de tal calidad lingüística que el que se aprovecha de ella soy yo. 

Os dejo el artículo, espero que os guste y que lo difundáis como corresponde a algo hecho desde el cariño de un amigo hacia otro...




Veintiuno : Más que un grupo

El considerado padre de la filología española, Menéndez Pidal, decía que España era tierra de precursores, pero lamentaba que luego quedasen difuminados en esa intrahistoria unamuniana, de ahí la importancia de que aquellos que podemos gozar del verdadero talento cuando lo descubrimos nos hagamos eco de ello y saquemos a la luz lo que merecen por méritos propios los artífices de algo grande, ya sea en el campo de las humanidades, de la lingüística, de la comunicación o de la música. Y ello resulta obligado cuando entre esos genios creativos se encuentra un íntimo amigo, fiel, leal, incondicional y noble compañero esencial de este asendereado y efímero paso terrenal y previo que es la vida. Por ello, quiero hoy hablar de Veintiuno. En efecto, este numeral cardinal que designa un mero guarismo, en principio, nada nos evoca si no fuera porque se trata del nombre escogido por un sensacional, electrizante, sobrecogedor y descollante grupo de música toledano, probablemente el más rompedor del panorama musical actual, del que forma parte mi gran amigo Álvaro Velasco Martín (Wito), un antiguo compañero de clase de la antigua y ya extinta EGB reencontrado mucho tiempo después que ha acabado convirtiéndose en ese imprescindible compañero vital, cómplice de confidencias y fraternal apoyo, e incluso reconfortante reconstituyente colosal que ha tenido gestos tan magnánimos como dedicarme y regalarme canciones personales, dedicarme algún trabajo con grupos precedentes, pero sobre todo, hacerme partícipe de sus inquietudes, alegrías y sinsabores, en definitiva, de compartir cuanto puede y estar ahí en el profundo sentido que esa expresión tiene.
A principios del turbulento siglo pasado un doctor, Duncan MacDougall, realizó una serie de experimentos para probar la pérdida de peso provocada supuestamente por la partida del alma del cuerpo y a pesar de que los resultados variaron considerablemente de 21 gramos, dentro de la cultura popular esta cifra se ha convertido en sinónimo de la medida de la masa del alma, de ahí viene el nombre de este ecléctico conjunto. Difícilmente se consideran científicos estos experimentos, sin embargo, hasta un servidor, que tiende a ser, además de ecléctico, un gran escéptico como mi admirado maestro Alarcos (y Álvaro sabe bien la admiración que le profeso al excelso lingüista), cree en eso que nuestra lengua ha dado en llamar “alma”, aunque considerándolo –en este lado del mundo al menos- algo intangible, inmaterial y, por tanto, no mesurable. Se trata de una abstracción, al igual que los sustantivos abstractos (amor, paz, amistad, libertad), que no son perceptibles por los sentidos, pero no por ello nadie podría en duda la existencia de esos sentimientos o emociones aunque estos no sean aprehensibles por los sentidos, pues sí lo son por la conciencia inherente a nuestra condición de animales racionales. Y esa alma, ese espíritu se puede vislumbrar en el interior de las buenas personas –de ahí que a otras se las tilde de desalmadas- y de los prodigiosos genios creativos que transforman esas sensaciones en embriagador y cautivador arte con el que además tienen la generosidad de deleitarnos. Decía el entrañable ex director de la RAE, Lázaro Carreter, que el lenguaje es el andamiaje del pensamiento, que pensamos con palabras y que si se empobrece el lenguaje se empobrece el pensamiento, de ahí la importancia de cuidar el tan preciado instrumento del idioma, que es nuestro patrimonio común más consistente. Pero junto a ese sistema con que expresamos nuestros pensamientos, sentimientos y emociones que es la lengua, existe ese otro lenguaje universal que aúna la palabra con acordes y puede llegar a hacernos sentir indescriptibles experiencias pero tan reales como el espíritu que las mueve y empuja. Muchas veces he dicho que los músicos no son sino poetas de la canción pertrechados instrumentalmente para solaz de cuantos los escuchamos cuando tienen un talento innegable como es el caso de Veintiuno, un conjunto de trovadores de sueños e ilusiones que componen y tocan dotando a sus profundas letras (basadas en experiencias reales, en el empirismo de la vida) de un hondo sentimiento como pocos son capaces de hacer merced a sus indiscutibles capacidades y dotes artísticas, musicales e intelectuales. Sé que no soy objetivo por ser miembro primordial del grupo mi grandísimo amigo Álvaro Velasco y a mí puede achacárseme un exceso de erudición en cuestiones lingüísticas o gramaticales de la lengua española por mi apasionado estudio sobre ella, pero no soy ningún experto en materia musical, aun así puedo afirmar categórico sin temor a equivocarme que Veintiuno es la eclosión de un rock alternativo en castellano tan potente como armonioso donde se funden y conjugan distintos estilos y donde no se cesa de experimentar rompiendo con la monotonía y atreviéndose a conmover a través de sus mágicos y sugestivos trabajos que nacen del esfuerzo e ilusión de mayúsculos artistas y mejores personas que muerden, rugen y susurran con guitarras incisivas, bases rítmicas contundentes y absorbentes que van de lo bailable al rock duro. Por ello no puedo sino recomendar y animar vivamente a todo el que sienta verdadera pasión por la música a que se deje atrapar y seducir por el último trabajo de 21Un atlas para deshacerlo todo e ir deconstruyendo junto a ellos este caótico camino machadiano mientras experimentamos el mayor de los placeres al escucharlos. Sinceramente lo digo, desde la franqueza más absoluta sin ocultar por ello el afecto, aprecio y cariño que me mueven, pero de verdad creo que merece la pena detenerse a disfrutar con la maravilla con que nos obsequian esos espíritus incombustibles que nos llegan al alma, sin importar ya si pesa veintiún gramos o no, aunque eso sí, quédense con el número: Veintiuno. Más que un grupo. Y a todos sus integrantes, con especial e insoslayable mención para mi buen amigo Álvaro, como siempre: ¡ánimo y suerte!


Gracias Miguel por avisarme, por este gran texto y gracias a Veintiuno por seguir intentándolo.



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