Y tras la resaca de mis cien entradas (por cierto, muchísimas gracias a todos por vuestras muestras de cariño. Hacen que merezca la pena robarme tiempo a mi mismo!) continuo con la tercera entrega de "A vuelapluma V".
...el regreso a casa se me hizo eterno. Me sentía incapaz de llegar hasta mi puerta, como si caminara sobre fango. Tuve esa sensación hasta que el aroma de mis rosales comenzó a invadir el ambiente y me anunció la proximidad de mi refugio. Fue entonces cuando escuché aquella maldita voz.
-¡Eh Frank! ¿Puedes venir un momento por favor? – ¡Dios! ¡Cómo le odiaba! Es curioso comprobar cómo después de tantos años, uno puede seguir sintiendo un desprecio tan grande por alguien. Jamás podría perdonarle lo que me hizo. Fue hace muchos, eramos unos adolescentes con toda la vida por delante. Ambos cursabamos historia y compartíamos una ferviente pasión por la arqueología. Ambos habíamos llegado al final de nuestros estudios con una nota más que destacada. Podía decirse que éramos colegas dentro y fuera de la facultad.
Había llegado el momento de preparar nuestras tesis las cuales en esta ocasión tendrían una importancia especial. Uno de los institutos arqueológicos más importantes del mundo había decidido otorgar una plaza de becario a la mejor tesis que se presentara. Era un momento cumbre en nuestras vidas dada nuestra absoluta devoción vocacional hacia la arqueología. Cierta tarde nos juntamos para hablar del tema. Recuerdo que le conté en que se iba a centrar mi proyecto, también recuerdo claramente que él no tenía ni la más mínima idea sobre qué hacer. Cuando le expliqué más profundamente mis planes, quedó maravillado y me felicitó. Jamás pude sospechar que en realidad lo que hacía era felicitarme por regalarle una idea que le daría un trabajo. Solo tuvo que adelantarse unos dias y hacerme pasar el bochorno de presentar un “plagio” de su trabajo. Ni que decir tiene que obtuvo lo que quería y yo me conformé con ser profesor de historia de unos cuantos mocosos de instituto. Poco le importó el desprecio y repulsa que mostré hacia él desde aquel momento, los individuos de su calaña no muestran signo alguno de arrepentimiento o cargo de conciencia.
No siendo suficiente para él, compró una gran casa en la misma calle que yo, por supuesto una mansión mucho más opulenta que mi casita, pero bien cerca de mí. Siempre me he preguntado si lo hizo para seguir regodeándose ante mí. ..
-¡Frank! ¡vuelve! – dijo con sorna – Me preguntaba si podrías cuidar de mi perro durante unos dias. Verás, me marcho a Lima a una convención y necesito que me hagas ese favor. ¿Podrás, Frank?
-Claro Mark, no te preocupes por nada – “así podré empalarlo, meterlo al horno o quizás soltarlo para que ataque a alguien, ¿te gustaría eso, Mark?”
-¡Frank!, te has ido de nuevo ¿no?...bueno, es igual! gracias por echarle un vistazo. Hay comida de sobra en la casa del jardín, no tendrás problema para tenerlo contento.
-Bien, bien, nos vemos a tu regreso – musité y me despedí con un leve gesto. Ahí iba Mark Wood, el tipo que había jodido mi vida. Había un tono de resignación en mi pensamiento. Al fin y al cabo ya no podía hacer nada, habían pasado demasiados años, me sentía cansado. El tiempo se me había echado encima y, casi sin darme cuenta, me sentía viejo.
Entré en casa, me desplomé en mi sillón favorito y mantuve la mirada en el techo con la mente en blanco hasta que mi atención volvió a centrarse en el periódico, el cual había permanecido ajeno a mis pensamientos durante unos minutos. Me sorprendí al percatarme de que todavía lo asía con fuerza. Lo abrí de nuevo, esta vez entornando los ojos y evitando el resplandor. Comencé a ojearlo. No tardé en darme cuenta de que el periódico no tenía nombre ni encabezamiento alguno. Ya en la primera página se agolpaban las noticias como si de un gran mosáico se tratara. Pero eso no era el premio gordo. Lo realmente extraño, lo que me heló la sangre, fue comprobar que la fecha de aquella publicación era 3 de marzo de 1972. De inmediato eché mano al calendario que colgaba de la pared y comprobe estupefacto que la fecha en la que me encontraba era el 2 de marzo de 1972. No podía salir de mi asombro, tenía en mis manos un periódico que acababa de comprar en una tienda de antigüedades y que me mostraba noticias del dia siguiente.
-No seas tan crédulo amigo, es un error de impresión. – me dije con tranquilidad tratando de no perder la perspectiva. Pasé las páginas con nerviosismo deteniéndome en la sección deportiva. Parecía imposible pero los resultados eran los de los partidos que se disputaban esa misma noche. Bueno, ¡al menos ya no iba a sufrir con mi equipo! me dije sonriendo, aunque para ser sincero comenzaba a estar nervioso hasta la médula...
...el regreso a casa se me hizo eterno. Me sentía incapaz de llegar hasta mi puerta, como si caminara sobre fango. Tuve esa sensación hasta que el aroma de mis rosales comenzó a invadir el ambiente y me anunció la proximidad de mi refugio. Fue entonces cuando escuché aquella maldita voz.
-¡Eh Frank! ¿Puedes venir un momento por favor? – ¡Dios! ¡Cómo le odiaba! Es curioso comprobar cómo después de tantos años, uno puede seguir sintiendo un desprecio tan grande por alguien. Jamás podría perdonarle lo que me hizo. Fue hace muchos, eramos unos adolescentes con toda la vida por delante. Ambos cursabamos historia y compartíamos una ferviente pasión por la arqueología. Ambos habíamos llegado al final de nuestros estudios con una nota más que destacada. Podía decirse que éramos colegas dentro y fuera de la facultad.
Había llegado el momento de preparar nuestras tesis las cuales en esta ocasión tendrían una importancia especial. Uno de los institutos arqueológicos más importantes del mundo había decidido otorgar una plaza de becario a la mejor tesis que se presentara. Era un momento cumbre en nuestras vidas dada nuestra absoluta devoción vocacional hacia la arqueología. Cierta tarde nos juntamos para hablar del tema. Recuerdo que le conté en que se iba a centrar mi proyecto, también recuerdo claramente que él no tenía ni la más mínima idea sobre qué hacer. Cuando le expliqué más profundamente mis planes, quedó maravillado y me felicitó. Jamás pude sospechar que en realidad lo que hacía era felicitarme por regalarle una idea que le daría un trabajo. Solo tuvo que adelantarse unos dias y hacerme pasar el bochorno de presentar un “plagio” de su trabajo. Ni que decir tiene que obtuvo lo que quería y yo me conformé con ser profesor de historia de unos cuantos mocosos de instituto. Poco le importó el desprecio y repulsa que mostré hacia él desde aquel momento, los individuos de su calaña no muestran signo alguno de arrepentimiento o cargo de conciencia.
No siendo suficiente para él, compró una gran casa en la misma calle que yo, por supuesto una mansión mucho más opulenta que mi casita, pero bien cerca de mí. Siempre me he preguntado si lo hizo para seguir regodeándose ante mí. ..
-¡Frank! ¡vuelve! – dijo con sorna – Me preguntaba si podrías cuidar de mi perro durante unos dias. Verás, me marcho a Lima a una convención y necesito que me hagas ese favor. ¿Podrás, Frank?
-Claro Mark, no te preocupes por nada – “así podré empalarlo, meterlo al horno o quizás soltarlo para que ataque a alguien, ¿te gustaría eso, Mark?”
-¡Frank!, te has ido de nuevo ¿no?...bueno, es igual! gracias por echarle un vistazo. Hay comida de sobra en la casa del jardín, no tendrás problema para tenerlo contento.
-Bien, bien, nos vemos a tu regreso – musité y me despedí con un leve gesto. Ahí iba Mark Wood, el tipo que había jodido mi vida. Había un tono de resignación en mi pensamiento. Al fin y al cabo ya no podía hacer nada, habían pasado demasiados años, me sentía cansado. El tiempo se me había echado encima y, casi sin darme cuenta, me sentía viejo.
Entré en casa, me desplomé en mi sillón favorito y mantuve la mirada en el techo con la mente en blanco hasta que mi atención volvió a centrarse en el periódico, el cual había permanecido ajeno a mis pensamientos durante unos minutos. Me sorprendí al percatarme de que todavía lo asía con fuerza. Lo abrí de nuevo, esta vez entornando los ojos y evitando el resplandor. Comencé a ojearlo. No tardé en darme cuenta de que el periódico no tenía nombre ni encabezamiento alguno. Ya en la primera página se agolpaban las noticias como si de un gran mosáico se tratara. Pero eso no era el premio gordo. Lo realmente extraño, lo que me heló la sangre, fue comprobar que la fecha de aquella publicación era 3 de marzo de 1972. De inmediato eché mano al calendario que colgaba de la pared y comprobe estupefacto que la fecha en la que me encontraba era el 2 de marzo de 1972. No podía salir de mi asombro, tenía en mis manos un periódico que acababa de comprar en una tienda de antigüedades y que me mostraba noticias del dia siguiente.
-No seas tan crédulo amigo, es un error de impresión. – me dije con tranquilidad tratando de no perder la perspectiva. Pasé las páginas con nerviosismo deteniéndome en la sección deportiva. Parecía imposible pero los resultados eran los de los partidos que se disputaban esa misma noche. Bueno, ¡al menos ya no iba a sufrir con mi equipo! me dije sonriendo, aunque para ser sincero comenzaba a estar nervioso hasta la médula...
3 comentarios:
Nervioso me vas a poner a mí con la intriga que me dejas, me gusta como redactas, saludos
¿y no tenía otro sitio para vivir el robaideas ese? encima hay que cuidarle el perro... ayss... en fin, a ver qué pasa con ese periódico-predictor.
Estoy con Silvio, que nervios!! si ya tenía hasta un dedo en la boca, mordiéndome una uñita! jajaja. En serio Oido, me gusta un montón como escribes, haces que uno de verdad se meta de cabeza en lo que nos cuentas.
Esperamos entonces!
Besicos.
Mar.
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